La importancia de la poda en el viñedo

Como hablábamos anteriormente, el viñedo tiene un ciclo de vida anual, que se conoce como ciclo vegetativo del viñedo, compuesto de diez fases diferentes que van desde la brotación hasta la caída de la hoja y la etapa en la que la viña duerme.

Precisamente es en esta última fase en la que nos encontramos en estos momentos, el momento en el que la viña descansa. Esta etapa se extiende desde noviembre hasta marzo, periodo en el que empiezan a salir los nuevos brotes tras el lloro del viñedo.

Durante este periodo de descanso, en el que la viña se encuentra inactiva, se realiza la poda. Es decir, se corta o se saca la madera de las ramificaciones de la planta para que en la próxima cosecha salgan el número de brotes que queremos y de mayor calidad, evitado así un crecimiento descontrolado. Para realizar la poda es imprescindible contar con las condiciones meteorológicas óptimas: tiempo seco para evitar la humedad en los cortes realizados en la planta y temperaturas no muy bajas para evitar que la madera se vuelva quebradiza.

A pesar de que la poda supone hacer cortes en el tronco, esta es beneficiosa tanto para controlar el crecimiento de la planta, su salud y la calidad de los frutos de la próxima campaña. Además, es en este periodo de reposo cuando a la planta le cuesta menos recuperarse. ¿Por qué? Al estar inactiva la viña, la savia, líquido formado por agua y compuestos nutrientes que circula por los vasos conductores de las plantas alimentando sus células, baja hasta su tronco, y es con esas reservas acumuladas también en las raíces, con las que sobrevive la planta durante todo el invierno.

Con la llegada de la primavera y la subida de las temperaturas, la vid se reactiva y sale de su reposo invernal. Es en este momento cuando la savia vuelve a correr por la planta, dejándose ver a través de los cortes de la poda. Esta es la fase conocida como lloro tras la que dará comienzo la brotación (abril-mayo) y, con ella, un nuevo ciclo del viñedo.

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